Sus dedos jugaban con el lápiz en movimientos delicados y precisos, en su mente los quehaceres del día se ordenaban y aquella pegadiza canción resonaba dulcemente en sus oídos...pero el papel seguía en blanco. Rasgó la hoja con una línea kamikaze, cualquier cosa con tal de evitar la mirada mortecina y pálida que le devolvía el folio delator.
¿Qué es lo peor que puede pasarle a una máquina? ¿Dejar de funcionar? No...oxidarse antes incluso de su estreno. Una única lágrima desesperada cruzó la mejilla escarpada por la barba incipiente y se precipitó en el centro de aquel caos de celulosa, el poeta se negaba a abandonar su sueño antes incluso de escribir el primer verso.
Tras unos minutos, el poeta se levantó frustrado, golpeó la mesa con un puño y se dirigió a la cocina. Mientras la tetera comenzaba su canto él se caía vertiginosamente por el pozo de sus pensamientos: jamás conseguiría escribir algo que mereciera la pena recordar... nadie preguntaría por el hombre tras la lapida anónima. El recuerdo de la muerte era una fusta que le hacía correr hasta la extenuación sin llegar a avanzar un paso de aquel recorrido imposible.
La tetera gritó y el poeta apagó el fuego, vertió el agua hirviendo en una taza con una bolsita de poleo-menta dentro y suspiró, nada merecía la pena. Seguro que ni si quiera podría levantar aquella pequeña taza, sentía que no le quedaban fuerzas. Cuando la taza respondió a sus movimientos se sorprendió y suspiró de nuevo, aquel sería uno de los pocos logros del día.
El vaho perfumado penetró en lo más profundo de su mente. ¿qué es el futuro sino una débil promesa más ligera que un parpadeo?¿qué es la muerte si, incluso, es más breve que ese futuro raquítico? Nada. El futuro no es más que un instante. La muerte es menos que un instante, no es nada. No tiene sentido preouparse por nada.
Finalmente, el poeta inspiró profundamente aquel presente mentolado, su presente; por fin se había dado cuenta: tenía todo aquel tazón de té para escribir un verso, sonrió.
Tras unos minutos, el poeta se levantó frustrado, golpeó la mesa con un puño y se dirigió a la cocina. Mientras la tetera comenzaba su canto él se caía vertiginosamente por el pozo de sus pensamientos: jamás conseguiría escribir algo que mereciera la pena recordar... nadie preguntaría por el hombre tras la lapida anónima. El recuerdo de la muerte era una fusta que le hacía correr hasta la extenuación sin llegar a avanzar un paso de aquel recorrido imposible.
La tetera gritó y el poeta apagó el fuego, vertió el agua hirviendo en una taza con una bolsita de poleo-menta dentro y suspiró, nada merecía la pena. Seguro que ni si quiera podría levantar aquella pequeña taza, sentía que no le quedaban fuerzas. Cuando la taza respondió a sus movimientos se sorprendió y suspiró de nuevo, aquel sería uno de los pocos logros del día.
El vaho perfumado penetró en lo más profundo de su mente. ¿qué es el futuro sino una débil promesa más ligera que un parpadeo?¿qué es la muerte si, incluso, es más breve que ese futuro raquítico? Nada. El futuro no es más que un instante. La muerte es menos que un instante, no es nada. No tiene sentido preouparse por nada.
Finalmente, el poeta inspiró profundamente aquel presente mentolado, su presente; por fin se había dado cuenta: tenía todo aquel tazón de té para escribir un verso, sonrió.
{INANIS HOMO SPECTAS}